lunes, 13 de junio de 2011

Estancia pasajera

Todo pasó tan rápido y sin contratiempos, era tanta la alegría que inundaba la enajenación y con tanto por contar, él había desaparecido.
El transcurso del tiempo era fugaz, mareador y pesado, no permitía la iluminación tenue en las mañanas por la ventana, ya no daba más la tan ansiada esperanza por verlo ahí, tan solo y con el ingenuo aire encantador y despistado.
La presencia de su fragancia moría con cada suspiro mío con el ansia de volverlo a ver, la paciencia quería salir de su aislada prisión reprochándome amargamente el por qué de mi triste soledad.
La misma tristeza se apenaba de mí y de mi nula reacción en lo presente, me resultaba insólito que pudiera encontrarlo en el enjambre de personas muertas de recuerdos e ilusiones. ¿Para qué demonios buscar a alguien que nunca debió pertenecerme ni siquiera un mísero instante?
El despertar de mi conciencia era devastador al imaginarlo, y al tratar de borrar su rostro me mis tristes recuerdos, se veía venir de nuevo al mismo instante en que podía conciliar el sueño.
El calendario siguió su marcha y yo me encontraba en la larga espera de que el destino lo volviera a poner frente a mí.
No había día en mi vida en que él no se hiciera presente, y ahora pienso que eso mantuvo las esperanzas de poder estar juntos algún día, aunque sólo fuese de nuevo por un mísero instante.
Ha pasado ya mucho tiempo, y yo sigo aferrada al recuerdo que me regaló sin saberlo, un domingo por la tarde en la que de mí sólo supo el nombre. Haciéndome a la triste idea de estar tan cerca de él como la Tierra lo está del Sol, o hacia algún otro planeta si tuvieras que caminar descalzo.
Ahora creo que a mí ya no pertenecen los sueños de los que algún día hice alusión a solas, creo que el destino no ha permitido algún reencuentro por alguna lógica circunstancia.  Tal vez nos tiene una sorpresa y la reserva hasta que llegue el momento.
Y así ha pasado esta historia que si bien no tiene lugar en la realidad, desde mi memoria espero hallar la manera encontrar una estancia que pueda durar más que la salida de una estrella por alguna tarde de domingo otoñal.
Quiero encontrarte, quiero saber de ti.
Si no eres lo que esperaba, si acaso tu querer es perteneciente a otra alma, sabré que habrá algún lugar en el tiempo para poder estar juntos, quizás en el fin del mundo.
Noviembre del 2008

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